jueves, 1 de diciembre de 2011

Mal Augurio

En el claro de un bosque se encuentra un joven practicando un conjuro de magia, después de varios intentos fallidos para realizar un hechizo, se sienta en una roca y se dedica a meditar; se sume en sus pensamientos, se frustra ya que su abuelo no le permite practicar magia, siendo que su padre e incluso su mismo abuelo son grandes magos reconocidos, y él en cambio, deba practicar a escondidas. 

Después de los pensamientos de reproche se tranquiliza e intenta recordar lo que le había enseñado su abuela; que a diferencia de su abuelo lo alentaba. Recitaba el método correcto para relajarse y concentrarse, como hacer fluir la energía por el cuerpo y acumularla en las manos, liberándola dándole forma de acuerdo al hechizo recitado. Aunque su abuela no fuera una reconocida hechicera sabía muy bien las técnicas de concentración de energía y le había enseñado varios hechizos restauradores y defensivos.  

Una de las técnicas básicas, pero a la vez difícil de controlar era la creación y manipulación de una pequeña bola de fuego. Este joven estaba convencido a que ese sería el conjuro que le daría el control sobre la magia. Una vez más lo intentaría, se puso en pie, cerro los ojos, relajo el cuerpo y despejo su mente. Empezó a respirar con suavidad y comenzó a sentir como la energía recorría su cuerpo. Cuando hubo controlado su respiración y que puso en orden sus pensamientos, extendió sus brazos al frente concentrando una gran cantidad de energía en sus manos, y recito el hechizo “Bola de Fuego”, al instante comenzó a sentir un calor entre sus manos.  

Emocionado abrió los ojos para poder ver como la pequeña llama ardía entre sus manos; pero la alegría le duro poco, el pequeño fuego comenzaba a extinguirse. De inmediato volvió a cerrar los ojos y a trato de concentrarse de nuevo. Sintió como gran cantidad de energía fluía a travez de su cuerpo y era transportada hasta sus manos, de pronto dejo de sentir ese flujo, pero a pesar de eso no quiso abrir los ojos y siguió concentrándose con mucha fuerza.  

Al pasar unos segundos abrió muy lento los ojos y ya no se encontraba en el bosque, estaba en lugar de absoluta oscuridad. Apareció una persona con una capa oscura portando un denso cristal negro del tamaño de un cántaro de agua, paso a su lado y siguió corriendo hasta desvanecerse en la oscuridad.Después a lo lejos apareció una torre y en la cima dos dragones; uno blanco y uno negro, se encontraban luchando. Y en cuanto las bestias gigantes desaparecieron, frente a él apareció un pedestal sosteniendo un gigantesco cristal blanco, el joven intento tocarlo pero el cristal se rompió en diversos fragmentos que se elevaron y se dispersaron en diferentes direcciones. Una vez más todo se volvió oscuridad y de pronto el resplandor de un fuego ilumino el lugar. Era una aldea cubierta en llamas, estaba siendo atacada por una horda de criaturas que él jamás había visto, parecían enormes lobos negros de ojos amarillos brillantes, las personas corría gritando atemorizada y pasaban a través de él como fantasmas, solo tardo un par de segundos en reconocer su preciada aldea. No tuvo tiempo de reaccionar, se cubrió el rostro con los brazos cuando una de esas criaturas se abalanzo sobre él.  

Despertó de un sobresalto del terrible trance, al momento de abrir los ojos contemplo una enorme llamarada que brotaba de sus manos, retrocedió asustado y al mismo tiempo que la enorme bola de fuego desaparecía, el perdió el equilibrio y cayó sentado. Con la mirada perdida tratando de ordenar sus pensamientos y asustado por las visiones que aun estaban en su cabeza, trato de calmarse, su respiración estaba agitada y se sentía muy débil, sin lugar a duda había utilizado demasiada energía en ese hechizo sin siquiera darse cuenta.  

Después de recobrar las fuerzas y de poner en claro su mente, se percato de que no le había ido del todo mal ya que sin lugar a dudas había logrado realizar el conjuro; claro le faltaba algo de practica, pero se sentía muy satisfecho con los logros obtenidos, y se dispuso a regresar a la aldea, aunque no lograba sacarse de la cabeza aquellas terribles visiones. 

Camino de regreso se encontró con su mejor amigo Jeft, quien lo estaba buscando ya que el festival anual del solsticio de verano estaba apunto de comenzar. Jeft no pudo evitar soltar una carcajada al ver el cabello de su amigo quemado y humeante. Su amigo era uno de los pocos que creían que el tenia un gran potencial para la magia y lo alentaba a practicarla a escondidas de su abuelo, la mayoría de la aldea estaba convencida que el no tenia futuro con la magia, depuse de todo el gran maestro; su abuelo, no le permitía practicarla y con seguridad seria porque  no era apto para ella. Después de burlarse de él su amigo lo alentó a seguir practicando pero le sugirió que lo hiciera con conjuros menos peligrosos, Daj asintió con la cabeza mientras se acicalaba el cabello para disimular su pequeño accidente. Un mechón de cabello quemado y una visión perturbadora era lo que le había dejado la práctica del día.