En el claro de un bosque
se encuentra un joven practicando un conjuro de magia, después de varios intentos
fallidos para realizar un hechizo, se sienta en una roca y se dedica a meditar;
se sume en sus pensamientos, se frustra ya que su abuelo no le
permite practicar magia, siendo que su padre e incluso su mismo abuelo son
grandes magos reconocidos, y él en cambio, deba practicar a escondidas.
Después de los pensamientos de reproche se tranquiliza e intenta recordar
lo que le había enseñado su abuela; que a diferencia de su abuelo lo alentaba. Recitaba el
método correcto para relajarse y concentrarse, como hacer fluir la energía por
el cuerpo y acumularla en las manos, liberándola dándole forma de acuerdo al
hechizo recitado. Aunque su abuela no fuera una reconocida hechicera sabía muy bien las técnicas
de concentración de energía y le había enseñado varios hechizos restauradores y
defensivos.
Una de las técnicas básicas, pero a la vez difícil de controlar era la
creación y manipulación de una pequeña bola de fuego. Este joven estaba
convencido a que ese sería el conjuro que le daría el control sobre la magia. Una vez más lo intentaría, se puso en pie, cerro los ojos, relajo el cuerpo
y despejo su mente. Empezó a respirar con suavidad y comenzó a sentir como la energía
recorría su cuerpo. Cuando hubo controlado su respiración y que puso en orden sus
pensamientos, extendió sus brazos al frente concentrando una gran cantidad de energía
en sus manos, y recito el hechizo “Bola de Fuego”, al instante comenzó a sentir
un calor entre sus manos.
Emocionado abrió los ojos para poder ver como la pequeña llama ardía entre sus manos; pero la alegría le duro
poco, el pequeño fuego comenzaba a extinguirse. De
inmediato volvió a cerrar los ojos y a trato de concentrarse de nuevo. Sintió
como gran cantidad de energía fluía a travez de su cuerpo y era transportada hasta sus
manos, de pronto dejo de sentir ese flujo, pero a pesar de eso no quiso abrir los ojos
y siguió concentrándose con mucha fuerza.
Al pasar unos segundos abrió muy lento los ojos y ya no se encontraba en el
bosque, estaba en lugar de absoluta oscuridad. Apareció una persona
con una capa oscura portando un denso cristal negro del tamaño de un cántaro de
agua, paso a su lado y siguió corriendo hasta desvanecerse en la oscuridad.Después a lo lejos apareció una torre y en la cima dos dragones; uno blanco
y uno negro, se encontraban luchando. Y en cuanto las bestias gigantes
desaparecieron, frente a él apareció un pedestal sosteniendo un gigantesco
cristal blanco, el joven intento tocarlo pero el cristal se rompió en diversos
fragmentos que se elevaron y se dispersaron en diferentes direcciones. Una vez más todo se volvió oscuridad y de pronto el resplandor de un fuego
ilumino el lugar. Era una aldea cubierta en llamas, estaba siendo atacada por
una horda de criaturas que él jamás había visto, parecían enormes lobos negros
de ojos amarillos brillantes, las personas corría gritando atemorizada y
pasaban a través de él como fantasmas, solo tardo un par de segundos en
reconocer su preciada aldea. No tuvo tiempo de reaccionar, se cubrió el rostro
con los brazos cuando una de esas criaturas se abalanzo sobre él.
Despertó de un sobresalto del terrible trance, al momento de abrir los ojos
contemplo una enorme llamarada que brotaba de sus manos, retrocedió asustado y
al mismo tiempo que la enorme bola de fuego desaparecía, el perdió el
equilibrio y cayó sentado. Con la mirada perdida tratando de ordenar sus pensamientos y asustado por
las visiones que aun estaban en su cabeza, trato de calmarse, su respiración
estaba agitada y se sentía muy débil, sin lugar a duda había utilizado
demasiada energía en ese hechizo sin siquiera darse cuenta.
Después de recobrar las fuerzas y de poner en claro su mente, se percato de
que no le había ido del todo mal ya que sin lugar a dudas había logrado
realizar el conjuro; claro le faltaba algo de practica, pero se sentía muy
satisfecho con los logros obtenidos, y se dispuso a regresar a la aldea, aunque
no lograba sacarse de la cabeza aquellas terribles visiones.
Camino de regreso se encontró con su mejor amigo
Jeft, quien lo estaba buscando ya que el festival anual del solsticio de verano
estaba apunto de comenzar. Jeft no pudo evitar soltar una carcajada al ver el
cabello de su amigo quemado y humeante. Su amigo era uno de los pocos que creían
que el tenia un gran potencial para la magia y lo alentaba a practicarla a
escondidas de su abuelo, la mayoría de la aldea estaba convencida que el no
tenia futuro con la magia, depuse de todo el gran maestro; su abuelo, no le permitía
practicarla y con seguridad seria porque
no era apto para ella. Después de burlarse de él su amigo lo alentó a
seguir practicando pero le sugirió que lo hiciera con conjuros menos
peligrosos, Daj asintió con la cabeza mientras se acicalaba el cabello para
disimular su pequeño accidente. Un mechón de cabello quemado y una visión
perturbadora era lo que le había dejado la práctica del día.